Quería guardar esta entrada para más adelante, pero los hechos de hoy han precipitado su publicación.
Y es que hoy hemos tenido uno de esos sustos que no gustan pero que son inherentes a cualquier campamento, golpe y caída con resultado de unos cuantos puntos de sutura y diente roto.
Durante todos estos años he visto (y sufrido en mis propias carnes) un montón de situaciones parecidas, recuerdo muchas de ellas; caídas, lesiones de diferente tipo, esguinces de tobillo, de rodilla, puntos de sutura o de aproximación, picaduras de mosquitos, arañas, gastroenteritis, quemaduras por el sol...
Una de las cosas que se aprenden en los campamentos es saber administrar tu autonomía o empezar a tenerla; saber solucionar un problema sin que tus padres o tus familiares te lo resuelvan.
Esto es aplicable al tema de la ropa, para que tengas siempre camiseta, pantalón y ropa interior limpia que te puedas poner, para el dinero que dan en casa, que te dure todo el campamento, para salir del paso ante cualquier pérdida o contratiempo, para no perder nada, etc...
En muchas de las lesiones o problemas de salud ocurre que todavía no han aprendido a administrar esa autonomía; no se dió crema solar porque se le olvidó, se estaba poniendo ropa húmeda, no dijo nada de esa rozadura o ampolla por vergüenza, se pegó un atracón de chuches con los compañeros de habitación...
Para eso está el staff de monitores y entrenadores, para prevenir y atajar a tiempo cualquiera de estos problemas.
Pero hay ocasiones en que aún tomando todas las medidas de seguridad posibles ocurren accidentes que son imprevisibles y además inevitables.
Recuerdo algunos más llamativos que otros; que además ocurrieron hace muchos años cuando las medidas de seguridad y control eran mucho más débiles que ahora, pero que aún así hubieran sido difícilmente evitables.
Con unos 12 años, en Cantabria, mi compañero de habitación y yo aprovechamos una salida al pueblo para comprar un par de "quesadas" un postre típico de allí que está riquísimo, mucho más si lo comes "de estrangis" de noche en tu habitación, lógicamente no sabíamos que debe de guardarse en la nevera, con lo que después del primer atracón lo guardamos debajo de la cama para días posteriores... sólo os diré que estuvimos 2 días arroz blanco y siempre con baño localizado cerca.
En otra ocasión ya como monitor, jugando un partido de béisbol, un niño al batear soltó el bate con tanta fuerza para empezar a correr que golpeó en la cara a otro que estaba por allí a más de 5 metros (creo que ni siquiera mirando la jugada) y le partió los dos paletos desde la base.
En Murcia, en la manga del Mar Menor, teníamos a un chico de piel muy muy blanca, todos los días le embadurnábamos de crema hasta las orejas, menos un día que se la dió él mismo con la ayuda inestimable de la chica que le gustaba; resultado: quemaduras de 2º grado en el hueco poplíteo (las corvas o parte posterior de las rodillas) y varios días con dificultades serias para andar.
Veo que me estoy acercando peligrosamente al "abuelo cebolleta" contando viejas historias y lo peor es que me gustaría contaros muchas más; pero no quiero alargarme; sólo deciros que aún poniendo todos los medios para que no ocurran, seguirán pasando como parte del aprendizaje.
Y muchas gracias a ese ángel de la guarda de los campamentos, el que evita que las desgracias sean mayores y que la gran mayoría queden en sustos y alguna "cicatriz de guerra"
A ese le convocamos cada año y que siga velando por todos nosotros.
Desde Cangas buenos días
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