Muy pronto, por la mañana, tras el desayuno, el balón empieza a rodar. En la improvisada cancha anexa a la Escuela hogar, las chicas del grupo de pequeños ensayan situaciones del juego un tanto complejas.
Unos pasos más allá, en el campo de fútbol, un circuito diseñado por uno de los preparadores físico mide la rapidez, habilidad, destreza y velocidad de las chicas del grupo cadete.
Nos acercamos hasta el pabellón, donde la gimnasta más pequeña del grupo prepara su coreografía. La puesta en escena es tan importante como el desarrollo del mismo.
Preparada para ensayar su ejercicio se encuentra otra de las componentes de piensa en rítmica. A lo largo de su actuación va completando distintas figuras , tanto en horizontal como en vertical, tensando su cuerpo hasta límites insospechados.
No nos movemos de la pista central. El ensayo del número que presentaran estas dos chicas, al ritmo de una banda sonora muy conocida . Sus saltos, piruetas y coordinación de movimientos son dignos de observar por unos minutos.
Es el turno, de los mayores. El bote y los reflejos son la base de este ejercicio. No perder de vista la pelota y devolverla al compañero sin dejar de botar, un número digno de representarse en el circo du soleil.
No hay nada mejor para contrarestar: noches alegres, mañas tristes que una sesión de gimnasio. Se despiertan los músculos, se despeja la cabeza y se abren bien los ojos con una serie de saltos sobre las escaleras.
Toca volver al campo de fútbol. Dos chicas comparten comba, para saltar al unísono. Se entienden dentro y fuera de la cancha, con una sincronización casi perfecta.
Termina el paseo de nuevo, en la escuela hogar donde un jugador alevín brinca con ahínco para alcanzar la red de la canasta. A largo plazo, crecerá y podrá cumplir su sueño de realizar un mate en la canasta.
Buenas y perezosas noches desde Cangas.
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